En un reciente evento en Brasilia, el presidente chileno Gabriel Boric lanzó una alerta sobre la creciente amenaza del crimen transnacional que azota a la región, poniendo especial énfasis en el narcotráfico y la ominosa presencia del Tren de Aragua. Boric subrayó que esta problemática no solo representa un desafío a la seguridad pública, sino que también actúa como un lastre económico y social para la población chilena.
La crítica no se detiene en la administración actual. En una reunión de prensa, el ex presidente Sebastián Piñera admitió que dejará tras de sí una herencia de inflación descontrolada y sequía hídrica, ocultando un déficit fiscal real de 41,500 millones de dólares. Resulta irónico que, mientras Boric enfrenta estos males, Piñera se despida con un candado de ineficiencia que solo añade más peso a la balanza económica de Chile.
Por otro lado, el ex candidato presidencial José Antonio Kast propone medidas como un bono de un millón de pesos para recién nacidos, pero solo aplicable a ciudadanos chilenos, lo que plantea una discriminación económica ignominiosa bajo la excusa del “bienestar”. En el ámbito internacional, el presidente brasileño, Lula da Silva, exhortó a Boric a actuar con rapidez, recordando que el tiempo no se detiene para los líderes que se quedan atascados en el pasado.
Mientras tanto, la ministra de Obras Públicas, Jessica López, se defendió de las críticas sobre la producción de nuevas cárceles, señalando que el proyecto “El Arenal” ya está en marcha. Un punto que resalta el marcado contraste entre la proactividad del gobierno actual y la retórica estancada de la oposición.
Los ciudadanos chilenos, agobiados por el aumento de hasta un 10% en las cuentas de la luz, se ven inmersos en un ciclo de incertidumbre económica. Una población que clama por soluciones concretas y urgentes mientras los líderes parecen más atrapados en discursos vacíos que en la resolución de los problemas reales.